Relato: "La Maldición de la Casa de Lidia"
Lidia había heredado la antigua casa de su abuela, una casona de aspecto lúgubre y misterioso en lo profundo del bosque. Decidió pasar un fin de semana allí, esperando encontrar un refugio tranquilo para olvidar sus preocupaciones. Pero lo que experimentaría superaría todas sus expectativas.
La primera noche, escuchó el crujir de las tablas del suelo, como si alguien o algo se arrastrara por la casa. Atribuyó los sonidos a la vieja estructura de la casa y trató de dormir. Pero las noches siguientes trajeron más inquietudes. Gritos sordos resonaban en los pasillos, y las sombras danzaban en las paredes, tomando formas que la aterrorizaban.
Una tarde, mientras exploraba el ático lleno de polvo en busca de respuestas sobre la historia de la casa, encontró un diario de su abuela. En sus páginas, su abuela describía fenómenos paranormales similares a los que estaba experimentando. Hablaba de una antigua leyenda sobre un espíritu vengativo que acechaba la casa desde hace generaciones.
Decidida a poner fin a esta pesadilla, ella buscó información sobre el espíritu en los archivos locales. Descubrió que, hace siglos, la casa había sido el lugar de un crimen atroz. Un hombre llamado Edgar había asesinado a su esposa e hijos antes de suicidarse en el mismo lugar. El espíritu de Edgar, según la leyenda, estaba atrapado en la casa, condenado a repetir su violenta historia una y otra vez.
Con este conocimiento, intentó comunicarse con el espíritu a través de una sesión de espiritismo. La sala se llenó de un frío gélido, y las velas se apagaron solas. Una voz susurrante llenó la habitación, acusando a Lidia de ocupar su casa. El espíritu de Edgar estaba furioso y decidido a vengarse.
La noche siguiente, fue testigo de la manifestación completa del espíritu. Edgar, con un rostro desfigurado y ojos vacíos, la persiguió por la casa. Ella huyó hacia el ático, donde encontró una antigua daga. Con el corazón latiendo con fuerza, enfrentó al espíritu y lo apuñaló con la daga.
El espíritu de Edgar emitió un alarido aterrador antes de desvanecerse en el aire. La casa finalmente quedó en silencio, y la sensación de terror que había acechado a Lidia desapareció. Pero, mientras contemplaba la daga ensangrentada, se dio cuenta de que la maldición podría no haberse roto por completo.
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